PIOUS LIES ... TO SAVE TRUTHS DANGEROUS
AUTOR:
ROMULO GUSTAVO RUIZ DE CASTILLA
cronicasglobales.blogspot.com
email:
gusruizd@gmail.com
ORCID: 0000-0002-0601-8864
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Por mucho tiempo nos referimos a las mentiras piadosas, como una
expresión general para justificar algunas mentiras; personalmente completaría
la frase: “Mentiras piadosas, para guardar verdades peligrosas”.
Mentir se ha convertido en una práctica política generalizada y más aún
se permite y justifica en la gran política, por un hipotético interés general o
bien público. Pero ¿es lícito mentir en forma piadosa? En ciertos casos, puede
ser que sí, aunque el peligro inmediato es que la mentira se convierta en la
norma y costumbre y la verdad sea la excepción o anormalidad. En boca del
mentiroso lo cierto se hace dudoso, dice un viejo refrán y es cierto,
porque es difícil creer en la verdad cuando la mentira es la práctica. En ese
orden de cosas, el silencio es muchas veces preferible, porque no se manifiesta
intención o voluntad de engañar.
Se define como mentira
piadosa a la aseveración falsa, manifestada con propósito compasivo y
humanitario. Tiene como objetivo hacer más asimilable o tolerable una verdad y
producir en el receptor el menor daño o perjuicio posible. Suele ser utilizada
para evitar reacciones y actitudes que pueden ser dolorosas o desagradables. Ya
lo expresaba Santo Tomás de Aquino, citando a San Agustín: “No es lícito
mentir para librar de cualquier peligro a otro. Se puede, no obstante, ocultar
prudentemente la verdad con cierto disimulo”. También en la teología
protestante, se hace la distinción entre, una mentira que engaña al prójimo injustificadamente,
reteniendo la verdad a la que se tiene derecho y, en segundo término, un
lenguaje falso o falsiloquio. Martín Lutero, sostenía en este sentido,
que una mentira necesaria o útil, que ayuda a resolver la situación, por la
mejora y por amor de la Iglesia cristiana, no estaría contra Dios.
Por otra parte, no siempre
es posible decir toda la verdad, tenemos también el derecho y a veces el deber
de no manifestar la verdad. A este respecto, el teólogo Haring (1982) establece como ejemplo, el caso
sucedido durante el nazismo, cuando seguidores de Hitler se acercaron a los
orfanatos católicos para preguntar a las religiosas por el número de niños que
albergaban esos centros, y cuántos de ellos padecían enfermedades hereditarias.
Las religiosas percibieron que, entregando esa lista de niños, éstos serían
enviados de inmediato a las cámaras de gas, en ese sentido, respondieron que
ninguno. El análisis literal en el contexto de la intención comunicativa, la
respuesta “ninguno” podría concluir que efectivamente, mintieron, no obstante,
en esa contestación, es evidente que se incluyen también otros factores
igualmente válidos y legítimos.
Desde niños, como indica
Vide, se nos miente “por nuestro bien”: los padres alientan durante un cierto
periodo, la ilusión de Papa Noel o los Reyes Magos; entre los adultos, el
médico guarda alguno de los hechos, con la afectiva intención de ayudar al
paciente para aceptar progresivamente una información más completa. Una
conducta que podría ser considerada en el contexto de una justificada comunicación
de la verdad.
En
muchas oportunidades, es una imprudencia decir o enunciar toda la verdad, no se
discute que la honestidad y sinceridad, exigen una obligación con la realidad, no
obstante, es esencial transmitir los hechos en el tiempo y lugar adecuados, cuando
esa verdad sea razonablemente esperada, requerida o solicitada, se trata de expresar
la verdad, pero de manera prudente, oportuna y responsable, manifestándola en
sus hechos centrales y positivamente manifiestos, obviando quizá algunos
detalles, nimiedades u opiniones personales, de manera que el receptor pueda admitirla
racionalmente y soportarla emocionalmente.
El peligro de las mentiras
piadosas y de cualquiera otra, radica en que son acumulativas, podemos
acostumbrarnos a ellas, así sean con intención benévola o caritativa, y entrar
en una situación en que cada vez sea más difícil no decirlas, un callejón sin
salida, un sin sentido. Por ello deberíamos intentar decir siempre la verdad, con
prudencia y oportunidad, sin expresar opinión personal o exceder lo que nadie
haya preguntado. En ese razonamiento, viene a la memoria el antiguo adagio: Quien
bien dice la verdad a nadie ofende, una frase en este caso, más que
pertinente para todos.
Referencias bibliográficas
cadenaser. (22 de mayo de 2019). cadenaser.com.
Obtenido de
https://cadenaser.com/emisora/2019/05/22/radio_valladolid/1558542894_116353.html
Carnero, E. (14 de noviembre de 2016). elpais.com. Obtenido de https://elpais.com/elpais/2015/09/14/buenavida/1442231208_621902.html
Vide Rodriguez, V. (7 de abril de 2016). redalyc.org. Obtenido de
Universidad Católica Luis Amigó - Funlam:
https://www.redalyc.org/jatsRepo/4989/498952389004/html/index.html