THE END OF THE SPIRIT OF CAPITALISM. EMERGING ECONOMIC MENTALITY IN THE SECOND DECADE OF THE 21ST CENTURY
AUTOR:
ROMULO GUSTAVO RUIZ DE CASTILLA
cronicasglobales.blogspot.com
email:gusruizd@gmail.com
ORCID: 0000-0002-0601-8864
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En el panorama de la economía actual se percibe un
cambio de mentalidad respecto de lo que se pensaba del factor industrial hasta
finales del siglo XX, una variación generada en los países emergentes que no es
debidamente valorada en los países desarrollados tradicionales, un prejuicio de
valoración que puede marcar y definir los rumbos globales en este tercer
milenio.
La modificación se refiere a la tradicional
importancia de la industria y la calidad de las mercancías en el desarrollo
económico y bienestar de los pueblos, por un lado, el elemento industrial
siendo importante ya no es tan esencial como se entendía y conocía en la visión
clásica y por otro lado en relación a la calidad de los productos, se suponía
que el origen de la producción, el “made in” era importante en cuanto revelaba
la excelencia de la producción industrial, pues ahora parece que lo es cada vez
menos, pues se tiende (especialmente en China) a una calidad media utilitaria o
estándar universal que es la justa de acuerdo a las normas y más aún a los
precios que se pagan por las mercancías con un límite de duración más limitado,
es decir duran lo que tienen que durar, sirven para los plazos necesarios en
relación a sus costos y nada más. Que Alemania produzca buenos autos interesa
mucho más a los productores alemanes que al resto del mundo, en la medida que
sus productos son más costosos y pueden limitarse a segmentos de mercado
específicos. La cultura del “usar y desechar” con productos que no son ya
“buenos” o “malos” sino sólo utilitarios, hace mover los grandes mercados del
siglo XXI, agiliza las ventas y mantiene la producción continua.
Ya no parece vigente el
viejo y manido principio pregonado por Max Weber y esgrimido en Alemania en
el siglo XX, acerca de la “ética protestante y el espíritu del
capitalismo”. Muchos países emergentes ni siquiera son cristianos, aplican
fórmulas semejantes y habituales a los tradicionales desarrollos capitalistas
pero a la vez imponen nuevas y peculiares tendencias de acuerdo a sus propios
condicionamientos, que no tienen ya vinculación directa con los antiguos
esquemas.
Hace unos días observaba un programa de la televisión
alemana con la historia de unos fabricantes alemanes que viajan a China con el
objetivo de vender máquinas a un importante cliente y sucede que encuentran un
competidor local que vende máquinas semejantes a varias veces
menos precio de venta, aunque fabrican o producen solo el 50% de lo que las máquinas alemanas
generan. Los empresarios alemanes apelan entonces a la “calidad alemana” para
vender sus máquinas, sin enterarse de cómo los esquemas están cambiando. Se trata de un sutil cambio de perspectiva que quizá algunos, inmersos en sus propios esquemas,
no alcanzan a entender en su real extensión. Y es que el cliente chino que
quiere adquirir las máquinas, siguiendo sus propias pautas, puede hacer lo
siguiente: compra dos máquinas chinas baratas y produce igual que una sola
máquina alemana generando ganancias de inmediato y todavía le alcanza dinero
para invertir en otras máquinas o en la inversión que considere necesaria.
En el discurso europeo se advierte un error de apreciación, especialmente frecuente en países desarrollados tradicionales como Alemania que al parecer permanecen todavía anclados en esquemas del siglo XX. No consiguen comprender que la calidad extraordinaria y la procedencia de los bienes interesan menos y cada vez más una calidad utilitaria estándar y suficiente, que por un precio competitivo, proporcione también un rápido rendimiento sin mayores ambiciones temporales, puesto que, además, en momentos de efímeras generaciones tecnológicas, de ciclos de duración reducidos, normas industriales siempre transitorias y crisis financieras frecuentes, son indispensables equipos, materiales y recursos productivos pertinentes, originales y adecuadamente rentables.
En el discurso europeo se advierte un error de apreciación, especialmente frecuente en países desarrollados tradicionales como Alemania que al parecer permanecen todavía anclados en esquemas del siglo XX. No consiguen comprender que la calidad extraordinaria y la procedencia de los bienes interesan menos y cada vez más una calidad utilitaria estándar y suficiente, que por un precio competitivo, proporcione también un rápido rendimiento sin mayores ambiciones temporales, puesto que, además, en momentos de efímeras generaciones tecnológicas, de ciclos de duración reducidos, normas industriales siempre transitorias y crisis financieras frecuentes, son indispensables equipos, materiales y recursos productivos pertinentes, originales y adecuadamente rentables.