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8.08.2015

CALIDAD Y MEDIOCRIDAD


QUALITY AND MEDIOCRITY




AUTOR: ROMULO GUSTAVO RUIZ DE CASTILLA
cronicasglobales.blogspot.com
email:gusruizd@gmail.com

ORCID: 0000-0002-0601-8864


Este artículo fue publicado por el autor en el Diario El Peruano, Lima, domingo 22 de octubre de 1995



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    En los últimos años, a pesar del gran avance tecnológico en los medios de información y las telecomunicaciones, se observa un evidente descenso del nivel cultural e intelectual medio y aun más de la propia élite intelectual, de la “inteligencia” social. A la vez se advierte un incremento de la “mediocridad” en las profesiones, en los trabajos, en los estudios y en todas partes, en perjuicio de la calidad y la excelencia intelectuales. No es este un mal nuevo, ni de una sociedad, ni de un país; es aparentemente un fenómeno general y universal, una actitud, un modo de vida y a veces de sobrevivencia, caracterizado hoy tanto o más que antes.

Esta mediocridad tiene su expresión en muchas y diversas formas: en las instituciones, en los medios de información, en libros y otras publicaciones, en algunos importantes premios culturales y científicos (para muchos inmerecidos), en la política, en las artes, etc. Mientras, abundan y aumentan los analfabetos funcionales, las explicaciones esotéricas y supersticiosas y las sectas místicas de características fundamentalistas. Pero, ¿cómo se explica todo esto en un mundo donde tanto se habla de la calidad total, la racionalidad y la eficiencia? La respuesta no es sencilla ni completa, puesto que si por una parte existe una esperanza quizá excesiva en las comodidades y facilidades de la tecnología de la información global hay también, por otra parte, una disfrazada pero siempre presente necesidad de motivaciones y realizaciones, de valores y explicaciones del fenómeno humano.

La tecnología asombroso producto del talento humano, no sólo llega a inducir al hombre común a una cierta “dependencia” sino también parece llevarle a un confuso sentimiento de pasividad e inutilidad. En un mundo en casi todo se muestra accesible por la revolución de la información, en el que la ciencia básica se tiende a generalizar por la multimedia y las redes informáticas como legítimo derecho humano al progreso universal, en un mundo interdependiente que pertenece cada vez más a los continuadores audaces y no precisamente a los inteligentes y cuestionadores; ¿Por qué se tendrían que intentar nuevas soluciones, diferentes caminos y creativas alternativas? ¿Por qué preferiría un estudiante realizar un cálculo sencillo, si un simple y potente programa de computadora lo hace mejor, con gráficos tridimensionales y sin errores, o por qué buscaría darse el trabajo de leer unos libros de texto si puede fácilmente revisar los abstracts ilustrados en un dispositivo óptico?

Si la necesidad es madre de la invención y no se observa la necesidad, la utilidad de cambiar algo que se cree inmejorable, se tiende a pensar que cada vez es menos lo que se puede mejorar y más problemático e insulso  cultivar en el individuo la excelencia intelectual. Además, la idea consumista por la cual todo se puede comprar, refuerza la común percepción de que la calidad intelectual no requiere esfuerzo y voluntad sino que simplemente depende del dinero juntamente con el poder, la influencia y la tecnología que se puede adquirir, y esto no es así.

La actual generación “digital” verdaderamente parece tener pocos paradigmas intelectuales, no se advierten reales “ejemplos vivientes”, hay muy pocos a quienes emular y continuar; los niños y jóvenes se pierden en un complejo de opciones que parecen abarcarlo todo, creados y publicitados “modelos” sociales, productos del marketing que intelectualmente parecen comunicar nada. A falta de paradigmas, de auténticos líderes intelectuales, excelentes y de calidad, lo que se produce es una exaltación de la mediocridad, y cuando la mediocridad se propaga y generaliza, cuando los mediocres son los que prevalecen como premiados y condecorados modelos, la calidad, la excelencia aparecen como excepciones a la norma que al considerarse peligrosas, concertadamente son ignoradas, relegadas o incluso duramente reprimidas y castigadas.

Son quizá momentos de transición en una manifiesta tendencia hacia la uniformidad, a una “media” intelectual global, donde interesa y cuenta la información más que el conocimiento y la cultura. El mismo hombre tendrá que crear nuevas necesidades y fronteras intelectuales y de conocimiento, a mediano o corto plazo, mientras tanto, la situación ciertamente no parecerá variar sino muy progresivamente. Sin embargo, será cierto también que aquellas regiones, pueblos o países que no “produzcan” intelectualmente a la larga se volverán más dependientes y menos redistributivos y competitivos. Al hacerlo serán inevitablemente desplazados por otros más dinámicos y creativos y de esta manera aquellos que aparentemente iban a la zaga en el acceso al conocimiento y se preocuparon más por el cultivo de la excelencia intelectual donde otros la sustituyeron por la información, propenderán a una sociedad más equilibrada y próspera.

La sociedad futura que realmente llegue a conseguir el bienestar humano sirviéndose en mayor o menor nivel de su propia creación, la tecnología, deberá también, a la vez, progresar en el cultivo y la promoción de características plenamente humanas como la calidad y la excelencia intelectuales. Aunque casi siempre los cálculos de la sociedad futura son rebasados por la realidad, parece que la opción tendrá que venir una vez más, del esfuerzo y de la acción esencialmente humanos, tanto de los individuos creativos y de las familias y sus valores, cuanto de los gobiernos, las empresas excelentes, la adecuada utilización de los medios globales de información y la conciencia colectiva.


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