EDUCATION, TECHNOLOGY AND QUALITY
AUTOR: ROMULO GUSTAVO RUIZ DE CASTILLA
cronicasglobales.blogspot.com
email:gusruizd@gmail.com
ORCID: 0000-0002-0601-8864
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Este artículo fue publicado por el autor en el diario El Peruano, Lima, domingo 4 de febrero de 1996.
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La
calidad en la educación constituye una preocupación cada vez más apremiante en
el tecnificado mundo actual. Coincide también esta preocupación con una mayor
convicción que este mejoramiento de la educación no depende solo de factores
presupuestales, económicos o de planificación, sino que implica, además, un
cambio de actitudes colectivas acerca de la educación y del fenómeno educativo;
un amplio proceso que a mediano y largo plazo comprende tanto a la familia, los
gobiernos, los mismos educadores y centros de formación magisterial, como de la
adecuada e interdisciplinaria valoración y utilización de los medios
tecnológicos de información.
En
tiempos de acelerados cambios, se impone la obligación de replantear el papel actual
de la educación, abundante en lugares comunes y diagnósticos. Si la educación
de alguna manera tiende a reflejar la realidad de la vida presente, ¿cuál es la
función y la misión de la educación de calidad frente a la sociedad tecnológica
contemporánea?
La
educación como meta y producto a largo plazo, como proceso que forma seres
humanos y mentalidades, como fundamental herramienta para el presente y el
futuro de una sociedad, se constituye en gran parte en su seguro, su ahorro
interno, su capital y medio de desarrollo, pero no es, ni puede serlo todo; así
como el desarrollo económico, la educación es solo un medio y un instrumento
para alcanzar el bienestar colectivo.
El
cultivo de la excelencia y de la calidad debe comenzar en la propia escuela
inicial y primaria. Se debe por ejemplo, enseñar con prioridad y tempranamente
a leer, sumar y restar y un poco menos sólo a cantar o bailar, iniciar procesos
creativos y de razonamiento antes que procesos reiterativos o repetitivos
(aunque a través de estos se llegue a lo mismo). No significa incurrir en lo
que los educadores denominan anti-pedagogía, sino de privilegiar el desarrollo
intelectual y ético sin descuidar por ello otros procesos importantes. Si el
cerebro se desarrolla en un 80 por ciento en los primeros años de vida, por qué
limitar los elementos positivos que los niños pueden o no aprender. Observamos
hoy, como una comprobación práctica, que por la influencia de los medios de
información la actual generación madura y desarrolla más tempranamente que las
generaciones anteriores; no parecería entonces aventurado considerar que según
los grupos, algunos objetivos y contenidos programáticos importantes puedan
adecuarse y adelantarse, no se trata de adicionar materias, sino básicamente de
aprovechar el potencial de los educandos, alentándoles a pensar, razonar e
investigar, que es lo que más se necesita y menos se hace.
Se
dice que cualquier aprendizaje comienza con algún tipo de obediencia y
disciplina, esto parece más cierto en el ser humano en proceso de formación y
consolidación. El estudiante en consecuencia deberá desde temprano, reconocer
que no puede hacer todo lo que se ocurre y que así como hay libertad y derechos
existen obligaciones y deberes personales y colectivos, que deben respetarse y
cumplirse. Necesitamos una educación formal (y no formal también) práctica y
científica y a la vez humana, que trabaje para una sociedad y un mundo mejores,
sobre actitudes y metas definidas y precisas. Una educación individualizada y
personalizada que privilegie la educación de los superdotados y genios para que
no se pierdan en el olvido, como también trabaje en el standard o nivel promedio para mejorarlo. La labor educativa tendrá
así que vincularse más con la familia, con el modelo cercano del educador excelente,
y cada vez menos con el nivel de información general que ya se tiene por otros
canales.
La
educación actual no puede ni debe competir con los poderosos medios de
información, puesto que su acción, su competencia no está en la información
sino en el conocimiento, en el ejemplo de vida, en la promoción de valores y
actitudes, en el fomento de la calidad intelectual. En este mundo informatizado
e interconectado, quizá se deba rescatar algunas modalidades y medios
educativos antiguos, tales como el sistema de preceptores y consejeros, en los
que el educador de hoy podría actuar como eficaz orientador, facilitador y guía
en el acceso al conocimiento y adecuado manejo de la inmensa información
disponible.
En
un tiempo en que casi ya no se necesita viajar para acceder a la información,
donde la educación a distancia puede estar al alcance de todos, mediante las
telecomunicaciones, los computadores interconectados o por las aplicaciones
multimedia; la educación formal tiene que replantear sus metas y objetivos y
privilegiar áreas en que los medios de información no intervienen como son lo
formativo y actitudinal. Ya no se trata de masificar la educación sino de
hacerla realmente más humana, con más contacto humano entre el educador, la
familia y la colectividad y cultivando actitudes plenamente humanas como la
creatividad, la excelencia y la calidad. Se tiene que considerar entonces
elementos nuevos y significativos: un proceso enseñanza-aprendizaje
definitivamente menos informativo, más completo y científico en su esencia, no
sólo en sus contenidos; una educación menos artesanal y rudimentaria, un
educador orientador y consejero más que transmisor de información y un
currículo flexible, abierto, adecuado a los tiempos y priorizado por regiones,
necesidades productivas y objetivos locales.
La
educación podrá utilizar todo lo que la tecnología puede ofrecer, pero lo que
es más importante, deberá también trabajar en el desarrollo mental, intelectual
y ético del individuo desde los inicios y esto es algo que por sí sola la
tecnología no aporta. Un proceso de aprendizaje integral, que pueda unificar
información, adecuada formación y reflexión, conocimiento y orientación simultáneamente,
parece ser la misión y el desafío de una educación total y de calidad.
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