MUSICAL MARCHS AND BANDS IN PERU
AUTOR: ROMULO GUSTAVO RUIZ DE CASTILLA
cronicasglobales.blogspot.com
email:gusruizd@gmail.com
ORCID: 0000-0002-0601-8864
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In Peru and Latin America, bands and musical
marches, flowers with the settlement of Europeans. It is not known exactly how
developed, but it is clear that quickly entered the popular soul and national
traditions. In the pre-Hispanic world as we know, the music was essential for
not only in festivities and celebrations, but also the movement of officials
and warriors and solemn processions of the mummies of the ancestors. Thus in
Peru, the Andean musical heritage tuned in very well with the European
tradition and quickly associated with ceremonies and Christian processions,
social and military ceremonies, and festive events, as usual accompanying
demonstrations all kinds of important events.
They are good examples of this martial trend,
the famous “Los peruanos pasan” (Peruvians go) from 1934, a work the composer
Carlos Valderrama, interesting fusion of rhythms Romans and Andean melodies,
the march “Sesquicentenario” (Sesquicentennial) composed in 1971 by Jaime Diaz and
more recently "Vencedores del Cenepa” (Winners of the Cenepa River), thus confirming
the vast Peruvian musical tradition.
In Peru, any small town, administrative,
military or civil institution, has a band and a wide range of musical marches,
as a widespread tradition.
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Las marchas remotamente surgen en
Europa como indicaciones o señales de tambor o clarín con el objetivo que las
tropas se movilicen, transiten o caminen con orden, regularidad y animación.
Musicalmente vendrían a ser progresiones armónicas o repeticiones simétricas de
frases completas de acordes, generalmente en ritmo o compás de dos por cuatro. El
conjunto de músicos que interpreta o ejecuta las marchas se denomina Banda,
nombre que se deriva del antiguo término gótico Bandi o lazo distintivo que usaban como fajas o cintas algunas añejas
órdenes.
Se cree que las marchas tienen su
origen más arcaico en la antigua Roma y se perfeccionan luego en las exaltadas guerras
renacentistas europeas. Hacia el siglo XVII, las bandas y marchas militares tuvieron
auge en Francia y Alemania y en España alcanzaron un importante impulso en el
tiempo de Felipe V, en los inicios del siglo XVIII.
En el Perú y en América Latina las
bandas y marchas musicales florecen con el asentamiento de los europeos. No se
sabe exactamente como se desarrollaron, pero es claro que rápidamente
ingresaron en el alma popular y en las tradiciones nacionales. En el mundo prehispánico
como sabemos, la música era imprescindible pues no sólo acompañaba festividades
y celebraciones, sino también los desplazamientos de autoridades y guerreros así
como las solemnes procesiones de las momias
de los antepasados. Por ello en el Perú la herencia musical andina sintonizó
muy bien con la tradición europea y rápidamente se asociaron con ceremonias y procesiones
cristianas, cortejos fúnebres, ceremonias militares y eventos festivos, como habituales
manifestaciones populares acompañando toda clase de acontecimientos
importantes.
La tradición peruana de marchas
militares desde el siglo XVIII aunque algo dispersa, por su variedad y riqueza,
es tan importante como las mejores. Como por ejemplo con la tradición estadounidense,
impulsada a fines del siglo XIX, por el compositor de origen ibérico John
Philip Sousa conocido como el “rey de las marchas” y sus famosas obras marciales
que han quedado como símbolos emblemáticos del voluntarismo estadounidense
entre ellas las célebres “Stars and Stripes” o la “The Washinton Post”.
Después de la Independencia nacional
y en el fragor de las luchas políticas, estas manifestaciones artísticas
alcanzaron notables avances. Las bandas y marchas musicales identificaron facciones,
parcialidades y “partidos” y se convirtieron en elementos de promoción política
de los líderes, sus planteamientos y programas. Es bien conocido el caso del
caudillo Felipe Santiago Salaverry, gran propulsor y aficionado a las bandas de
música y las marchas militares como medios de fortalecimiento de la moral entre
sus adeptos y también como difusión de sus campañas. El historiador peruano Jorge
Basadre refiere cómo en aquellos años surge la marcha “Socabaya” y la
triste marcha “Morán”, la primera conmemorando una victoria de Salaverry sobre
el general boliviano Andrés de Santa Cruz en la década de 1830 y la segunda en
1854, como póstumo homenaje al valiente general Trinidad Morán héroe de la
Independencia. Salaverry terminaría arbitrariamente ejecutado por órdenes de
Santa Cruz en la plaza de Arequipa el 18 de febrero de 1836, en uno de los
sucesos más trágicos de la historia republicana nacional.
En su intento insurgente contra
Santa Cruz, Salaverry como dice Basadre, había inspirado una marcha entusiasta
y enérgica tal y como eran sus partidarios y su propio líder y se llamaba “la
salaverrina”, compuesta por el músico Manuel Olmedo Bañón. Después de la victoria de Uchumayo (4 de febrero
de 1836), se manifiesta como la marcha “Ataque de Uchumayo”, que aún pervive en casi
todos los desfiles peruanos, marcial y espontánea, con sólo tambores y
clarines, acompañando al pueblo en sus momentos de júbilo y celebración, en un impulso
de entusiasmo, voluntad y esperanza.
En los sucesivos gobiernos del
siglo XIX, las marchas militares florecieron
en el Perú como en América Latina como vehículos de difusión doctrinaria y
formas de cohesión proselitista y popular. Las décadas de 1840 y 1850, que
corresponden a los gobiernos de Manuel Ignacio de Vivanco y Ramón Castilla, y
los últimos lustros del mismo siglo, después de la guerra del Pacífico, fueron también
prolíficos en marchas musicales y “retretas”, un término usado en el Perú, más
que como toque militar para avisar a la tropa que se recoja a sus cuarteles, como
sinónimo festivo de presentación musical popular en calles y plazas.
Durante buena parte del siglo XX se
confirmó casi con pocas variantes, una situación semejante a la de la centuria
anterior. Con los periódicos conflictos internos y externos, se compusieron y
difundieron marchas inspiradas en victoriosas campañas y en melodías y ritmos locales.
Son buenos ejemplos de esta tendencia marcial, la célebre “Los peruanos pasan” de
1934, obra del célebre compositor Carlos Valderrama, interesante fusión de
ritmos imperiales romanos y melodías andinas, también la marcha “Sesquicentenario” compuesta en 1971 por
Jaime Díaz Orihuela y más recientemente “Vencedores del Cenepa”, acreditando así
la vasta tradición musical peruana.
Aunque hoy día antiguas marchas han
quedado en el olvido, muchas otras son infaltables en las conmemoraciones populares.
En el Perú no existe población, institución militar o civil, administrativa o educativa
que se considere importante, que no posea una banda y un amplio repertorio de melodías
regionales y locales a ritmo de marcha; son muy apreciadas por ejemplo, las
bandas musicales de la costa norte con sus rítmicas marineras y tonderos y las del Valle del Mantaro en la sierra
central con sus alegres huaynos y
huaylash, como rítmicas expresiones de civismo, alegría y optimismo
populares.
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